En el Colegio San Ignacio, un centro educativo de estilo neoclásico con imponentes columnas y amplios patios, tres amigos inseparables, Alex, Juan y Pablo, sufrían constantemente el acoso de un abusón. Hugo era grande y fuerte, y disfrutaba intimidando a los demás. Un día, después de otra dura jornada en la que habían sido acosados, los tres amigos se reunieron en la casa de Alex para compartir sus frustraciones y hacer deberes juntos.
Esa noche, Alex tuvo un sueño peculiar. Estaba en un largo pasillo lleno de puertas cerradas. Cada puerta tenía un pomo, excepto una, que parecía más brillante y llamativa. Al abrir la puerta sin pomo, sintió una oleada de energía que lo llenó de una sensación de control y libertad. Descubrió que podía volar, cambiar el entorno a su voluntad y hacer cosas que jamás habría imaginado. Al despertar, notó un raspón en su brazo, algo que recordaba haberse hecho en el sueño, ni echó cuentas.
Al día siguiente, en el colegio, Alex les contó a sus amigos sobre el extraño sueño y el rasguño.
—¡No puedo creer lo que pasó anoche! —exclamó Alex.
—¿Qué te ocurrió? —preguntó Juan, curioso.
—Estaba en un pasillo lleno de puertas, y al abrir una sin pomo, pude controlar el sueño. Mira, me hice este raspón en el sueño y desperté con él.
Intrigados, Juan y Pablo decidieron intentar encontrar esa puerta sin pomo en sus propios sueños.
La siguiente noche, Juan se encontró en un vasto desierto de arena dorada. Buscó la puerta sin pomo y, al encontrarla, pudo controlar su sueño, surcando los cielos como un ave. Al despertar, descubrió arena en sus zapatos.
Pablo, por su parte, soñó con un bosque encantado. Al hallar la puerta sin pomo, los árboles cobraron vida y los animales se convirtieron en sus amigos. Al despertar, encontró hojas enredadas en su cabello.
Al reunirse, los tres amigos compartieron sus experiencias y se dieron cuenta de que podían controlar sus sueños si encontraban la puerta sin pomo en sus sueños. ¿Si podían controlar los sueños, podrían soñar los tres juntos? Esa misma noche, decidieron hacer la prueba. Los tres se pusieron de acuerdo para ir a dormir a la misma hora.
Una vez se durmieron, fueron en busca de aquella puerta brillante sin pomo y al darse cuenta de que si podían compartir sueños decidieron emprender grandes aventuras.
En una de sus primeras aventuras conjuntas, se encontraron en un majestuoso castillo flotante. Exploraron salones dorados, volaron por jardines colgantes y libraron batallas épicas contra dragones. En otra aventura, viajaron a una ciudad submarina, donde podían respirar bajo el agua y comunicarse con criaturas marinas. Cada aventura fortalecía su amistad y les enseñaba nuevas formas de usar sus habilidades.
Un día, durante una de sus aventuras, Alex tuvo una caída desde un alto acantilado en el sueño y despertó con un raspón en el brazo. Juan y Pablo también notaron pequeñas heridas y dolores que habían experimentado en sus sueños. Comprendieron entonces que los sueños podían alterar la realidad, y que cualquier daño sufrido en el sueño se manifestaba en la vida real.
—Esto es serio —dijo Alex, mostrando su raspón—. Lo que nos pasa en los sueños realmente afecta nuestras vidas.
—Entonces debemos tener cuidado —respondió Juan—. Pero también podemos usar esto a nuestro favor.
Después de varias aventuras, tuvieron la idea de que era hora de enfrentar a Hugo en sus sueños. Querían descubrir sus temores y miedos. Se pusieron de acuerdo para analizar los comportamientos y actitudes de Hugo en la vida real, buscando cualquier señal de vulnerabilidad que pudieran aprovechar en sus sueños.
Se adentraron en el sueño de Hugo y encontraron un oscuro castillo lleno de sombras. Descubrieron que Hugo tenía miedo de la soledad y de no ser aceptado. Utilizaron esta información para crear situaciones en los sueños de Hugo donde enfrentaba sus peores temores, haciéndole experimentar el miedo y la inseguridad.
Hugo, al darse cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo en sus sueños, comenzó a notar cómo esos miedos lo acechaban cada noche. Se veía atrapado en pesadillas donde la soledad y el rechazo eran constantes. En todas estas pesadillas aparecían Alex, Juan y Pablo, por lo que intuyó que tenían algo que ver, ya que sus comportamientos en la vida real también parecían haber cambiado.
Aumentaron sus provocaciones hasta que, en un momento de desesperación, los confrontó y los obligó a revelar su secreto.
—¡Sé que estáis detrás de esto! —gritó Hugo—. ¿Qué habéis hecho con mis sueños?
—Te lo diremos, si prometes dejarnos en paz. —respondió Pablo con calma—. Podemos controlar los sueños encontrando una puerta sin pomo.
Al descubrir que podía controlar sus sueños encontrando la puerta sin pomo, Hugo, intrigado por aquella información hizo la prueba esa misma noche. Tras varias aventuras y viendo que, efectivamente, podía controlar todo aquello que deseara, decidió quedarse en estos mundos de fantasía , donde podía ser el rey de su propio mundo y escapar de la realidad que tanto lo atormentaba.
Pasaron varios días hasta que una mañana, al llegar al colegio, Alex, Juan y Pablo notaron que Hugo no estaba presente y comenzaron a preguntarse qué podría haber ocurrido. Preocupados por su desaparición, decidieron buscarlo en sus sueños.
Al adentrarse en el sueño de Hugo, encontraron a un Hugo solitario y abatido. Ante la soledad y el sufrimiento que sentía en su vida real, Hugo había decidido quedarse en los sueños, donde podía crear un mundo perfecto a su medida y donde no tenía que enfrentar el rechazo ni la soledad. Sin embargo, este nuevo mundo no era más que una ilusión, una manera de escapar de sus propios miedos.
—Hugo, tienes que volver a la realidad —le dijo Alex—. No puedes escapar de tus problemas quedándote aquí para siempre.
—Pero aquí, al menos, puedo controlar las cosas —respondió Hugo con desesperación.
—Si te quedas aquí, desaparecerás por completo —explicó Juan—. Los sueños te absorberán y no quedará rastro de ti en la vida real.
Los tres amigos le explicaron que cualquier cosa que te ocurría en los sueños, se reflejaba en la vida real. Le pusieron el ejemplo del rasguño, la arena en los zapatos y la de las ramas en el pelo.
Hugo al conocer este dato, se atemorizó y le dijo a Alex Juan y Pablo que llevaba unos cuatro días sin salir de los sueños. Temía que ya no existiera en el mundo real.
Los tres amigos le explicaron que cualquier cosa que te ocurría en los sueños, se reflejaba en la vida real. Le pusieron el ejemplo del rasguño, la arena en los zapatos y la de las ramas en el pelo.
Hugo al conocer este dato, se atemorizó y le dijo a Alex Juan y Pablo que llevaba unos cuatro días sin salir de los sueños. Temía que ya no existiera en el mundo real.
Finalmente, los tres amigos, convencieron a Hugo de salir de allí y enfrentar sus miedos en la vida real. Aunque no se convirtieron en amigos cercanos, el ambiente entre ellos mejoró considerablemente. Alex, Juan y Pablo aprendieron que el verdadero poder estaba en su amistad y el apoyo mutuo que se brindaban en la vida real, y que la vida, con todas sus imperfecciones, era donde realmente debían vivir y enfrentar sus desafíos. Además aprendieron a empatizar con los demás, ya que aunque Hugo fuese un abusón, se sentía solo y abatido.
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Los sueños tienen el poder de revelar nuestras más profundas aspiraciones y temores. A través de ellos, podemos descubrir habilidades ocultas y enfrentar situaciones extraordinarias. Sin embargo, es en la vida real donde realmente demostramos nuestro coraje y fortaleza. La verdadera paz y felicidad no se encuentran en un refugio idealizado dentro de nuestros sueños, sino en nuestra capacidad para enfrentar y superar los desafíos de la vida cotidiana.
Al hacerlo, aprendemos que el apoyo mutuo y las conexiones significativas con los demás son esenciales para nuestro bienestar. Los sueños pueden inspirarnos y guiarnos, pero son nuestras acciones en la realidad las que construyen nuestra verdadera historia. La verdadera valentía radica en enfrentarse a la vida con todas sus imperfecciones, y en la comprensión de que no estamos solos; nuestros amigos y seres queridos son nuestro mayor apoyo en este viaje.
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